Europa o el elefante en la cacharrería

La construcción de Europa se ha estudiado – alabado o criticado – desde el punto de vista interno. No se ha comprendido que, cuando construyes un edificio, hay terrenos afectados alrededor. No es lo mismo agenciarse una casita que planificar un bloque de apartamentos de lujo o un zigurat al estilo del monstruo de la playa del algarrobico.
La construcción de Europa evita que los europeos nos matemos entre nosotros, costumbre que hemos tenido durante cuatro siglos y que hemos practicado ampliamente. Pero, no tiene en cuenta que puede provocar esas luchas en los terrenos limítrofes. Sobre todo si no especificas el cuando, el cómo y de qué manera se va a parar y estabilizar la construcción que estás realizando. Hablamos de la fortaleza europea pero es que, en las afueras del fuerte, el escenario es de western. Alrededor de las fronteras europeas – que son ahora las verdaderas fronteras – no hay más que conflictos comenzando por la ex-Yugoslavia, siguiendo la linea completa del Magreb y el medio oriente para terminar en el último invento conflictivo: Ucrania.
¿Tiene la culpa de esta crisis externa la propia construcción europea? Sí, y lo peor es que es inevitable. En principio, no tiene porque ser exactamente negativa. Sólo es catastrófica si no hay un gobierno europeo que controle el efecto dominó que provoca su propia unidad. ¿Existe ese gobierno? No, así que hay que atenerse a las consecuencias. Europa es un elefante en una cacharerría. Cada movimiento corporal que hace es un desastre anunciado.
Y, además, la política europea inconsciente o muchas veces conscientemente, tiende a dinamitar todo el territorio que le rodea en identidades y autodeterminaciones enfrentadas en vez de constituir unidades fuertes con las que pactar acuerdos razonables que beneficiarían a las dos partes.
Hagamos un pequeño recorrido histórico desde la caída de las dictaduras del este –  el primer efecto de la Unión – con una crisis de migrantes muy parecida a la actual y donde se hizo explosionar la URSS y el Pacto de Varsovia desde Berlín hasta Vladivostok. Se siguió con Yugoslavia,  siguiente paso con las promesas perversas de cierta opinión pública y ciertas elites políticas alemanas a Croacia animándola claramente a la secesión (pensemos que en la crisis actual todavía los kosovares siguen siendo el 30% de los migrantes refugiados de una guerra que ganó la OTAN).
Después vinieron las promesas a Turquía y la desestabilización del Magreb, con las políticas han sido igualmente de divide y vencerás «pero dependerás de nosotros». El resultado es evidente:  guerra civil argelina con un cuarto de millón de muertos, voladura del estado libio a cargo del napoleoncito Sarkozy… ¿Y las primaveras árabes no fueron un movimiento interno de esos países? Si, y no porque es la idea de Europa la que funcionaba en las redes sociales que pedían el cambio. El último episodio de esas primaveras fue el comienzo de la crisis en Siria (volveremos a ello) con el resultado que ahora tenemos. En el intermedio, la provocada crisis de Ucrania que no ha provocado una terrible ola de demandas de asilo, tan sólo un estado fallido y dependiente en una guerra que nos sitúa a las puertas de Moscú (una ciudad emblemática que ya ha derrotado a dos ‘locos’ en la historia de las locuras europeas).
¿Se hubiera podido solucionar esto? Con un gobierno unido y democrático, con una idea de la potencia que se está movilizando, y con menos prepotencia, sí. Porque todas las catástrofes han venido de un hecho positivo aunque parezca contradictorio: el fin de las dictaduras que rodeaban la nueva construcción europea, la búsqueda de los mismos valores que animan la construcción europea, la necesidad de crear mercados fuertes para pactar – y resistir – a la nueva construcción europea. Es decir, que ellos también quieren más Europa en otro sentido. Y la necesitan. Y Europa, si se conciencia del tamaño de su cuerpo, si aplica un cerebro único a sus movimientos, puede ser quien ayude a un nuevo orden – pactado y no impuesto a las poblaciones – o un elefante en una cacharrería.
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Ironías del Destino en la crisis de los migrantes / refugiados

1199327975_fEn la crisis de los migrantes, las diosas del destino (las Moiras o hilanderas) se han reído de la cancillera Merkel.  Si no fuera por que uno es agnóstico, creería en la actividad de una divinidad – por supuesto, griega – o algo parecido: Es Merkel quien pide socorro. No nos engañemos. Detrás de sus propuestas solidarias, sus avisos contra la insolidaridad, su firme posición ante los neonazis, su actitud ahora pragmática de visita a centros de migrantes (hace un mes era firme cara a la niña palestina)… lo que hay es una llamada de auxilio de la gobernante que sabe que es Alemania el destino de los migrantes y los quiere repartir. Después de que su gobierno haya sido insolidario en la crisis griega, ‘que paguen’,’que se las apañen sin ayuda’,  ahora no quiere tragarse el ‘marrón’ y es ella la que pide auxilio.

Seamos serios, unamos los dos hechos. En ambos casos, la crisis griega y la crisis provocada por la afluencia de migrantes/refugiados, la actitud adoptada por el gobierno alemán de Merkel es una reacción lógica del capitalismo neoliberal: antes, como gobierno de la rica Alemania se consideraba lógica la insolidaridad de no querer repartir los beneficios de una situación que le favorecía – dentro de la Unión europea como unión de mercado libre – y ahora se encuentra aterrorizada ante una situación que le desfavorece – dentro de la Unión europea como unión de territorios sin fronteras – Luego, hay que repartir. Solución: debéis llevaros vuestra cuota de migrantes a casa.

Los europeos, incluidos por supuesto los alemanes de a pie, han respondido – están respondiendo – adecuadamente a la mayor crisis migratoria desde la guerras de Yugoslavia y están forzando a sus gobiernos conservadores a decir que van a ser solidarios – con la boquita pequeña, eso sí –  y  a ponerse en onda con la ahora ‘solidaria’ cancillera de hierro – aunque ya se sabe que ‘verba volant, scripta manent’ (las palabras vuelan, los escritos quedan). Pero, ¿se les ha preguntado a los migrantes? Los migrantes quieren ir a Alemania – o Austria o Suecia – . Y lo que está sucediendo es que no se les puede parar por muchas fronteras que se les ponga delante.

La solución neoliberal era bien fácil y el gobierno neoliberal inglés lo había dicho claro antes de que estallara esta caja de los truenos: volvamos al principio, unión de mercados sin unión de personas (o en caso contrario nos vamos con referéndum envenenado en perspectiva). Es la reacción automática que han tenido igualmente los gobiernos del Este y Centro de Europa, hijos neoliberales de la ampliación deseada por las elites económicas alemanas. Es la reacción del gobierno de Hungría, la de los nacionalistas de todo tipo y la que está teniendo el Frente Nacional en Francia.

Para el resto de Europa,  la cosa se ha vuelto más complicada. Porque la realidad es la realidad, porque los migrantes se han constituido en una magnífica caravana de la libertad – con sus imágenes de víctimas, sus héroes y sus muertos  – que sólo plantea dos opciones: o los admites o los matas (o los dejas morir, que es lo mismo). Y ante eso, todo el edificio ideológico, de representación y legitimidad, del modelo europeo se derrumba: nuestro ‘rollo’ interno (afortunadamente) se basa en el principio de los derechos humanos que justifica nuestros gobiernos democráticos – independientemente de las barbaridades que luego hagan ellos. Y la ciudadanía europea ha reaccionado porque es su identidad más profunda la que está en juego.

Merkel pide solidaridad. La exige más bien con un chantaje directo a los gobiernos de su entorno. Los ciudadanos europeos deben pedir a cambio más gobierno – más Europa auténtica y democrática – para controlar (canalizar) la crisis de los migrantes y para controlar a… Merkel.

Proyecto La Constitución de Europa

Se trata de reflexionar sobre la constitución de Europa, es decir,  la necesidad de una reflexión ‘europea’ sobre los temas de actualidad con un cambio de paradigma científico y mental, lo que lleva implícita la construcción de una identidad europea de nuevo tipo que supere las estructuras estatales de las que partió Europa.

Al mismo tiempo, la necesidad de una Constitución europea, es decir, todo unas normas claras para todos los ciudadanos europeos. Lo que lleva implícita la construcción de una ciudadanía europea que, con sus derechos y ‘obligaciones’ acompañe a la identidad previa.

Esta no es una página sobre las llamadas ‘Instituciones europeas’ actuales, si acaso para criticarlas por su desconexión de la ciudadanía (falta de democracia), su funcionarización y ausencia de empatía (por ausencia de una identidad común).

Naturalmente, esta página parte de un a priori: ningún tema conflictivo en la Europa actual se puede solucionar sin una visión europea del problema (una visión de conjunto). Las soluciones parciales o nacionales no sólo amputan parte o toda la realidad, sino que son perversas (aunque la intención sea inocente). Y esta interrelación en que vivimos no es un problema sino justamente la solución del mismo. Es necesario visibilizar que los europeos no podemos vivir sin serlo.